jueves, 15 de diciembre de 2011
miércoles, 30 de noviembre de 2011
martes, 29 de noviembre de 2011
martes, 3 de mayo de 2011
Entro en tu casa y cierro la puerta muy despacio para no hacer ruído.
Los pocos rayos de sol que surgen esa mañana me iluminan el camino hacia tu habitación. Cómo me gustan estos momentos.
Llego a tu puerta que parece saludarme con entusiasmo; "aquí estoy otra vez". Una sonrisa de felicidad se dibuja en mi cara. Muy lentamente giro el pomo y entro, ahí estás tu, desnudo y dormido. La sábana que cuelga de tu cama deja al descubierto todo tu cuerpo. Ahora si que no me da la boca para todo lo que quiero sonreir.
Con sigilo, voy dejando una a una cada prenda que llevo puesta en el suelo. Recogo la sábana del suelo y te cubro con ella mientras me acurruco a tu lado.
Te miro, los ojos cerrados, la respiración lenta y pausada, el pelo alborotado, no puedo resistirme a tocarte y recorro con las yemas de mis dedos cada centímetro de tu cuerpo, los pelos se te erizan y en respuesta a ellos los mios también lo hacen, parece magia. Es entonces cuando tus brazos comienzan a rodearme y tus labios me sorprenden con un tímido beso que parece decir: "Buenos días mi amor"
Definitivamente soy la mujer langosta más afortunada del mundo
miércoles, 2 de febrero de 2011
¿Sabéis?
Yo siempre pensé que no tenía suerte, que podía jugar a ¡Allá tu! con solo una caja mala y la probabilidad de que me llevase un premio sería mucho menor que en el resto de las personas. Tal vez por esto mismo, por mi propensión a fallar, no me di cuenta de que existía otra suerte, la buena suerte, una suerte que se busca y por la que se debe luchar.
No me malinterpretéis, nunca fue algo que me preocupase demasiado, la suerte y la buena suerte (desconocida para mi en aquel momento) estaban ahí y yo simplemente no creía en mis posibilidades de alcanzarla, quizás porque no era capaz de hacer el mínimo esfuerzo de alargar la mano unos míseros centímetros para tocarla o sencillamente lo que me sucedía era que no creía en mi.
Pero un día apareció algo que me hizo reflexionar, cambió mi forma de pensar y mi prácticamente nulo interés por la suerte. Ese algo era un sentimiento, un sentimiento tan fuerte que escapaba de mi control y de lo único que estaba segura era que no podía dejarlo escapar, ese sentimiento por todos conocido como felicidad era generado por el amor correspondido, desde luego, encontrándolo, gasté toda la suerte que llevaba acumulada a lo largo de los años pero también aprendí a luchar por mantenerlo, a luchar por lo que quiero y a luchar para alcanzar mi buena suerte.
La buena suerte no depende del azar, si no de uno mismo, que nada te detenga.
PD: Y desde luego y sin ninguna duda tu eres la suerte de mi vida.
Sara*